Pensamientos de una mente inquieta

 El bosque estaba oscuro pese a haber una enorme y luminosa luna llena, pero la frondosidad del mismo hacía que toda esa luz se mantuviera oscura. Yo corría sintiendo que aquellos seres me pisaban los talones, tropecé con un tronco y caí pesadamente arañandome en rodillas y brazos. Pese a eso, me levanté y aceleré mi huida. Llegué a un lugar donde el terreno había formado una oquedad y me escondí tiritando. Había un charco formado por la lluvia el día anterior y cuando vi mi reflejo se me heló la sangre... El ser era yo!!! 

 Cuando entré en aquel hotel, estaba feliz, unas vacaciones después de dos años. Me dieron en recepción la llame de mi habitación, la 215, y subí con mi mochila. Me di una ducha y colgué la poca ropa que me había llevado y salí contenta a dar una vuelta por la ciudad pero... Empecé a recorrer aquellos pasillos y no encontraba ni el ascensor, ni las escaleras, por más vueltas que daba solo encontraba pasillos y más pasillos con puertas a ambos lados.  De eso han pasado ya cinco años... 

 Aquel día estaba disfrutando como una niña en aquellos grandes almacenes. Miraba cada escaparate, bolsos, zapatos, vestidos, maquillajes y por supuesto no pude resistir la tentación de comprar un par de camisetas y un bolso que me encantó. Entré un momento al baño y cuando salí estaba todo en silencio y las luces apagadas, solo unas bombillitas que iluminaban tenuemente el edificio. Grité preguntando si había alguien por allí pero reinaba el más absoluto silencio. ¡Me había quedado encerrada! Fue la equivocación más grande de mi vida y me di cuenta cuando el edificio comenzó a cobrar vida.... 

 Esa sensación de que no sobrevivirás un día más, eso es lo que yo tenía aquella tarde. No podía explicarlo pero era inquietante. Cuando llegó la hora de dormir pensé que había estado toda la tarde pensando en tonterías, me acosté y no tardé en dormirme. De pronto una luz me despertó, abrí los ojos y mi madre me estaba esperando... 

 Aquella noche me había tenido que quedar hasta tarde en la oficina. Odiaba eso no por trabajar más, sino porque para llegar a mi casa tenía que pasar por el cementerio y para que vamos a mentir, de día no me importaba mucho pero de noche todo cambiaba. Aceleré mi paso mientras caminaba al lado del muro del camposanto, pero al pasar por la puerta de rejas, lo que vi me heló la sangre y supe que antes de darme cuenta estaría yo allí dentro para no salir más... 

 Me dijeron sigue, pero ¿cómo sigo ahora? Pues soñando respondió él, vibrando, temblando pero siguiendo, hasta que no puedas más.